sábado, 12 de enero de 2013

La mujer que avisaba

Albert Kelner, en su libro “Fate”, consigna una historia interesante digna de ser mencionada. He aquí lo que cuenta:

“Una gran catástrofe fue la causa de que perdiera a mi novia, Myrtle Thayer, el 17 de marzo de 1959. No la volví a ver en muchos años.

A la mañana siguiente de su desaparición, estaba comenzando a realizar mis tareas, en un estado de conciencia “robotizado”, por decirlo así. Me pareció me guiaba una suave e irresistible voz, algunas veces clara y audible; otras, apenas con un simple murmullo.

Tomé papel, lápiz y un libro –mi Biblia- y lo abrí al azar. Al mirar una página, ciertas frases se volvieron tridimensionales. Me senté con la mirada perdida y de pronto se me apareció una figura nebulosa, que adquirí forma de mujer vestida de blanco, con la complexión exacta de Myrtle.

El fenómeno se repitió muchas veces.

En un principio, la figura no caminaba: permanecía frente a mí, inmóvil y desaparecía segundos después.

Al cabo de varias apariciones, hablé a la forma con voz cariñosa:

-¿Cómo estás, amiga?

Esta vez, la forma se quedó un poco más. a medida que me familiarizaba con la visión, ella extendía sus visitas.

Hablando siempre con voz suave, le decía:

-Hola, querida mía. Tú eres sin duda una mujer, ¿verdad?.

La figura asentía, lentamente. Nunca habló.

Algunas veces, la forma señalaba hacia cierto libro colocado en el estante. Lo sacaba de su lugar, lo abría y hallaba una frase que respondía a una pregunta mía o me guiaba en algún asunto.

En el transcurso de una de esas apariciones, la sombra me ordenó abrir la revista que se especializaba en relatos extrasensoriales. De esto saqué en limpio que podía hablar con mi amiga sin necesidad de hacerlo verbalmente.

De modo que, en otra ocasión, le pregunté mentalmente:

Inmediatamente aquella forma respondió:

-Sí, soy yo. Tuve un grave accidente automovilístico la última noche que te vi. Estoy en el hospital, viva, pero inconsciente. Quédate donde estás. Yo te encontraré. ¡Espérame! No puedo recordar claramente; mi cuerpo debe ser curado de nuevo. Eso tomara tiempo. No sé cuanto, porque tengo el cuello fracturado.

Entonces pregunté a mi transparente amiga:

-¿Hay algo que pueda hacer por ti? Ya he consultado vanamente a la oficina de personas desaparecidas.

La nebulosa figura blanca replicó:

-No puedes hacer nada en este momento, absolutamente nada. Volveré a verte a ti cuando me sienta mejor.

Esperé durante otra semana, un mes, un año, dos. La forma blanca no volvió. Traté de olvidar a Myrtle, pero no pude.

En la mañana del 3 de julio de 1964, al sentarme en una silla, mi nebulosa amiga reapareció de súbito. Sorprendido, le dije:

-Creí que algo horrible te había sucedido.

Recibí su respuesta a través del pensamiento:

-No –dijo-. No me ha pasado nada malo. Ahora falta muy poco... Mi cuerpo está casi curado. Si vas a la lavandería automática local, el 2 de agosto entrante, allá habrá una gran sorpresa para ti.

El día designado junté mi ropa sucia y me encaminé a la lavandería. Escogí una máquina y comencé a echar mi ropa.

De súbito, oí una voz familiar:

-¡Mira quien está aquí!

Me volví asombrado y vi a Myrtle.

Por fin ella explicó su desaparición:

-El último día que te vi hubo un choque de automóviles, causado por un camión que perdió el control y despedazo cuatro carros. El mío quedó prácticamente demolido. Me fracturé el cuello y perdí la memoria. Procuré por todos los medios recordar tu nombre y dirección, pero no me fue posible. Pero gracias a Dios, hemos vuelto a reunirnos después de todos estos años.”

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